Conocí la fundación IMPACT-U durante la pandemia, y como pocas veces me sentí afortunado. De hecho, en aquellos días, lo que menos esperaba el mundo entero era un soplo de ayuda. El Covid-19 poco a poco tomó cada hogar del mundo, y con ello, los supermercados, los empleos, y hasta separó enamorados y familias. El panorama, nada alentador, era también de incertidumbre. Por primera vez mi país escuchó, cada día, lo que disponía el presidente. Y para nada. Palabras más palabras menos, el horizonte era sálvese quien pueda. Fue entonces cuando regresé de Medellín, donde estudiaba Historia en la Universidad de Antioquia. Y como piezas de ajedrez, todo empezó a caer: mi madre, quien veía por mí, se quedó con la mitad del sueldo; la universidad paró las ayudas económicas que nos brindaba. En el encierro, cada día era un triunfo.
Uno de esos días, me enteré de la convocatoria. Iba dirigida a personas por fuera de Medellín. Pensé, como dice mi madre, que la peor diligencia es la que no se hace. Grabé un video, mostrando mi situación, y le añadí el audio de un discurso sentido, del cual recuerdo estas palabras: “los jóvenes en Colombia solo deberíamos preocuparnos por estudiar”. A los pocos meses, una videollamada -por entonces todo se hacía virtual-, me informó que había sido seleccionado. Recuerdo que le comenté a mi mamá y ella, algo incrédula, me dijo: «¿Es en serio?». Vaya que sí era en serio, y de pronto ella lo supo al ver cada beneficio que traía la beca. Clases de inglés, mentorías con personas graduadas de mi carrera, con una hoja de vida impecable, y un acompañamiento que bien parecía al de una familia que, por suerte, me había escogido. Además, un desembolso económico que me permitió hacer realidad lo que había manifestado en mi video: solo tuve que preocuparme por estudiar.
Hoy día, estoy a punto de graduarme. El camino ha sido largo, culebrero como todos. La fundación me ha acompañado por más de dos años. Poco a poco, vi tantos cambios en mi vida que, cuando pienso cómo fueron posibles, de inmediato viene mi madre a mi mente, pero también la Fundación. Logré perfeccionar mi inglés, a tal punto que puedo sostener una conversación entera con un nativo de Estados Unidos. Además, mi mentora, graduada en Harvard, me ha enseñado tanto que gracias a ella, y a las mil y una conversaciones que hemos tenido, logré abrir mis horizontes. Cambios económicos también viví, por supuesto. Logré quitarle un peso de encima a mi madre. También, velar por mi vivienda, comida, sin depender de nadie y de oficios, muchas veces mal pagos. Por decir lo poco, recuerdo que gracias al ahorro que me permitió la beca, logré cambiar la silla de plástico en la que estudié durante dos años y medio, antes de que la fundación apareciera. No tenía para más: fue un regalo de la persona que administraba mi pensión en Medellín. Luego de la beca, pude hacerme de una silla más cómoda. El ejemplo parecerá mínimo, pero es la silla desde la que ahora escribo esto, y aquí sentado, logro ver que con la Fundación cambió mi vida, hasta en eso.
Bryan Andrés Mosquera
Estudiante Historia Universidad de Antioquia
Becario Fundación Impact-U 2020-2023
15/03/2023