Nuestra historia

Fecha de publicación: octubre 25, 2022

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En Colombia, existen numerosas zonas alejadas de las ciudades principales en donde viven cientos de familias de muy escasos recursos económicos, por lo general personas que se dedican a la agricultura o trabajos informales que les generan muy bajos ingresos y que, muchas veces, no alcanzan a cubrir ni siquiera las necesidades básicas del ser humano.

En numerosas ocasiones en estas familias hay un miembro que tiene como proyecto de vida ser profesional para, entre otras cosas, cambiar la realidad de su núcleo, y con disciplina y compromiso logran tener un cupo en la universidad pública (Universidades de muy bajo costo en Colombia, pero de difícil acceso por su alta demanda) y ahí comienza la historia difícil, ya que debe subsistir en una ciudad que no es la suya, con poco o nada de apoyo económico, sin ingresos, sin posibilidades de trabajo, en un país donde la tasa de desempleo supera el 14%, con la casi nula posibilidad de encontrar un empleo digno mientras se estudia y además, con el desasosiego que genera dejar a su familia, pasando por las mismas o más necesidades de siempre y ahora sin su presencia en casa.

Entendiendo y sufriendo esa realidad de nuestro país, en noviembre del 2019, cuando comenzaba un frío invierno en Boston, MA, nos sentamos a ver un atardecer y hablar sobre como haber ido a la universidad, nos había dado tantas posibilidades, permitido tantas cosas y transformado de diversas formas la vida.

Ambas somos hijas de universidades, tuvimos la oportunidad de abrazar la pluralidad de la que se permea todo aquel que experimenta la educación pública y de calidad. Ese día recordamos con nostalgia las historias de muchos amigos de clase que provenían de zonas vulnerables y apartadas de la ciudad, gente de mentes brillantes y futuros prometedores que un día simplemente abandonaron las aulas y engrosaron la ya muy extensa lista de estudiantes que desertan porque sus familias no tuvieron la posibilidad económica de seguir apoyando los proyectos de sus hijos lejos de casa. Como también vimos otros que salieron adelante y pudieron transformar las vidas de familiares y, por lo tanto, la transformación de la sociedad.

Vimos con nuestros propios ojos la cara de la desigualdad y los contrastes sociales en nuestro país, en donde algunos estudiantes tienen la oportunidad de comprar los libros más costosos del mercado para apoyar sus procesos académicos, mientras que otros tienen que caminar largas distancias para llegar a clases porque ni el transporte público está al alcance de sus posibilidades.

Ese día prometimos crear un proyecto que, a través de la educación, lograra transformar la vida de algunos estudiantes y sus familias que pasaran por extremas y constantes necesidades.

Decidimos comenzar por entender a fondo el panorama de la deserción académica en la educación superior en Colombia. Una extensa búsqueda de la información que había al respecto nos mostró una realidad desalentadora: para el 2019, casi la mitad de los estudiantes que lograron un cupo en las universidades públicas del país, desertaron por causas principalmente económicas.

La pandemia ya era una realidad por esa época, y habían crecido exponencialmente las necesidades de las ya golpeadas personas por la inequidad en Colombia, entonces fueron muchos los cuestionamientos sobre por qué esa unión de fuerzas no era para ayudar a que las familias tuvieran alimentos en esas situaciones difíciles, o a que los niños de comunidades vulnerables tuvieran un regalo que mantuviera vivas sus ilusiones en la navidad que aproximaba. Solo teníamos una respuesta a esos cuestionamientos: Esas ayudas son importantes y muy bonitas, pero no le transformarían la vida a ningún individuo ni a su familia.

Entonces comenzamos a entender que la mejor forma de establecer ese proyecto, sería uniéndonos con personas que entendieran o fueran testigos del poder transformador que tiene la educación. Conformar un equipo sólido basado en la solidaridad no fue fácil, pero ver a nuestro país tan escaso de oportunidades para los más vulnerables, tampoco lo era, entonces esa fue la fuerza que nos movió para iniciar, fortalecernos y mantenernos.

Este sueño que hoy es Impact-U, comenzó en la mente, el corazón y el alma de dos mujeres que entienden que la educación no es el único camino para tener calidad de vida y justicia social, pero sí es uno de los caminos que para algunos, los menos favorecidos, es atropellado, hostil y turbulento.

Hoy trabajan a nuestro lado con compromiso, creatividad, dedicación y mucho amor por esta causa, más de 30 voluntarios que se permearon con la ilusión que genera poder ver a un joven que nació en condiciones económicas complejas, ir a la universidad, y regresar a su hogar con la seguridad de que un mejor futuro para él y todos lo que ama.

Y así fue como logramos tener un equipo multidisciplinario que nos permitiera ofrecer no solo un soporte económico, como quiera que nuestros beneficiaros reciben apoyo integral y nos aseguramos de que sientan que son parte de una familia que aun estando lejos de las suyas, estamos ahí para todo lo que se presente en el camino a ser profesionales.

Seguimos de pie, creciendo y edificando este sueño de la mano de todas las personas que creen en la educación como herramienta de empoderamiento y equidad y esperamos, con la ayuda de quienes deseen sumarse cada día, crear una cadena solidaria que no tenga fin en esta causa, que es la causa de todo un país.

Explora y aprende

Andres Parra en “Venga que Si Es Pa’ Eso”

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